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Se han convertido en un símbolo mundial de calidad, distinción y status, al ser usados por una larga lista de personalidades del mundo, desde Reyes y Presidentes hasta artistas y músicos famosos, pasando por miles de personas “comunes” que lo vienen usando por más de un siglo debido a su estilo elegante, su diseño y acabados perfectos, así como su confort, liviandad y frescura, especialmente para ambientes cálidos y soleados.

Elaborados a partir de las fibras de la “toquilla”, una variedad de palma que crece en los bosques costeros del Ecuador, la elaboración de los sombreros comienza con el cultivo y cuidado de las palmas y sigue con su cosecha en el momento preciso para separar las fibras de la corteza verde exterior. Estos pasos incluyen el uso de fuego con leña y secado al sol y al aire libre y el uso de técnicas ancestrales heredadas por generaciones, para asegurar que la materia prima sea de la mejor calidad.  Montecristi, Jipijapa y Pile están entre las más representativas de docenas de poblaciones, especialmente de la costa central de Ecuador, que por siglos han sido los proveedores del material de la mejor calidad para fabricar los famosos sombreros.

El tejido es el siguiente gran paso, el cual se realiza en algunas de las mismas poblaciones costeras ya mencionadas, así como otras en la costa y en la zona sur de los Andes Ecuatorianos. Localidades como Cuenca, Gualaceo y Sigsig han tomado la posta como centros de tejido de sombreros como una de sus artes manuales más significativas.  El proceso de tejido puede tomar desde un día hasta ocho meses, dependiendo de la calidad esperada del producto final, el cual incluye un número determinado de puntos en cada hilera del tejido.  La habilidad y experticia se van heredando de generación en generación y proporciona a numerosas comunidades rurales una actividad artesanal de calidad y prestigio, la que además inyecta orgullo e ingresos económicos a los habitantes de estas mayormente pequeñas y sencillas poblaciones del Ecuador.